Lanús remonta a Central Córdoba y pasa a cuartos de la Sudamericana en una tanda para el infarto

Un guion de nervios en La Fortaleza
Un gol en el minuto 91 transformó la angustia en alivio. Cuando la serie parecía escaparse, Lanús encontró el 1-0 que igualó el global ante Central Córdoba (1-1) y empujó la eliminatoria a una tanda de penaltis que acabó con grito local: 4-2 y boleto a los cuartos de final de la Copa Sudamericana.
La noche empezó con la carga de lo ocurrido en Santiago del Estero una semana antes. En la ida, el Ferroviario había pegado con un derechazo de G. Verón a los 58 minutos, asistencia de J. Florentín, y dejó la serie cuesta arriba. El margen de error para el Granate era mínimo: había que ganar sí o sí.
En su estadio, con la gente empujando, Lanús asumió el mando desde el inicio. Controló el balón, circuló con paciencia y buscó por fuera y por dentro. El dato lo resume: 60% de posesión, 25 remates totales. Aun así, costó horrores transformar ese dominio en ocasiones limpias. Solo siete tiros fueron al arco. La ansiedad también jugó su partido.
Central Córdoba se plantó con oficio. Fuerte en las coberturas, puntual en los cruces y con un bloque que se cerró bien en su área. La defensa santiagueña acumuló cinco remates bloqueados y descargó responsabilidad en su portero, que respondió con cinco atajadas de peso. Cada rechazo pareció descontar segundos del reloj.
Lanús insistió por arriba. Cargó el área en cada balón parado y exprimió sus ocho saques de esquina. Hubo una ocasión clarísima para el capitán, Carlos Izquierdoz, que ganó arriba pero no pudo direccionar el cabezazo. Entre centros, segundas jugadas y remates desde la frontal, el equipo del Sur amasó méritos, aunque el gol se negaba.
El tanto del 1-0 llegó cuando ya asomaba la prórroga como única salida. Con más empuje que claridad, Lanús encontró el camino en el minuto 91 y encendió La Fortaleza. La prórroga fue un ejercicio de nervios: piernas pesadas, pocas llegadas y máxima precaución. Nadie quiso regalar nada. El destino quedaba en los doce pasos.
En los penaltis apareció la figura de Loada. El guardameta de Lanús adivinó y tapó una ejecución clave que inclinó la balanza. Los locales no fallaron: cuatro remates, cuatro adentro, incluido el disparo firme de Rodrigo Castillo. Central Córdoba convirtió dos y dejó escapar otros dos, uno de ellos con M. Godoy —amonestado en el tiempo regular— bajo presión.
La serie, que se había tensado al límite, se resolvió por detalles: temple, ejecución y una mano salvadora. El 4-2 en la tanda coronó una noche de resistencia y fe, tras 120 minutos de un partido duro, físico y con margen estrecho para el error.
Los números ayudan a dibujar la película:
- Posesión: 60% Lanús – 40% Central Córdoba
- Remates: 25 – 13
- Tiros al arco: 7 – 0 (más eficacia en defensa visitante)
- Remates bloqueados por Central Córdoba: 5
- Atajadas del portero visitante: 5
- Córners: 8 – 6
- Eficacia de pase: 79% – 63%
- Tarjetas amarillas: 3 – 3
- Penaltis: 4-2 para Lanús
Más allá de las estadísticas, hubo lectura táctica. Lanús apretó arriba, recuperó cerca del área rival y trató de fijar a los centrales con presencia en el área para atacar desde los costados. El plan funcionó a medias: generó volumen, pero la densidad defensiva del Ferroviario obligó a forzar tiros poco favorables. En ese contexto, las pelotas paradas y las segundas jugadas se volvieron el camino.
Central Córdoba jugó a la paciencia. Aceptó defender bajo, eligió cuándo morder y buscó el contragolpe con pocos toques. Le salió bien durante 90 minutos. Llevó la serie al límite, administró energías en la prórroga y solo cedió en una tanda donde cada ejecución es un mundo.
El triunfo refuerza algo más que una clasificación. Para Lanús, equipo con tradición en torneos continentales, había un componente emocional: recomponer la serie en casa, bajo tensión, y demostrar carácter. Ese sello lo convirtió en campeón de la Sudamericana en 2013 y finalista en 2020. Volver a meterse entre los ocho mejores no es casualidad; es continuidad de una idea competitiva.
En lo individual, Loada se ganó el foco por la parada decisiva en los penaltis. Rodrigo Castillo mostró personalidad en su ejecución. Izquierdoz, aun con la ocasión perdida, lideró desde el orden y el empuje. Y el resto sostuvo la concentración en una noche en la que un error podía costar la eliminación.
Para Central Córdoba, la eliminación duele, pero deja aprendizajes. Compitió de visitante, sostuvo su plan defensivo con disciplina y estiró la serie hasta donde pudo. Ahora el desafío es trasladar esa solidez a la liga, con la tranquilidad de haber dejado una imagen seria a nivel internacional.

Lo que viene: Fluminense y el desafío de sostener el pulso
El premio al sufrimiento es grande y exigente: Fluminense en cuartos de final. Un rival brasileño de jerarquía, de circulación rápida y con futbolistas que castigan cualquier distracción. El libreto para Lanús no admite lagunas: intensidad para presionar, atención máxima en el retroceso y eficacia en las dos áreas.
Hay tres claves obvias para la próxima fase. Uno, cuidar las transiciones: perder el balón mal parado ante un equipo brasileño suele pagarse caro. Dos, elevar la puntería: 25 remates con 7 al arco son una señal de volumen, pero piden más precisión. Tres, sostener la fortaleza defensiva en momentos críticos, con un portero enchufado y una zaga que gane duelos en el área.
También contará la gestión emocional. Las series de eliminación directa premian a los que no se quiebran en la adversidad. Lanús lo mostró contra Central Córdoba: paciencia cuando sobran centros y faltan espacios, y entereza para sobrevivir a 120 minutos largos. Si mantiene esa cabeza, tendrá argumentos para competirle a Fluminense.
El calendario apretará, y la rotación será un factor. Administrar cargas tras una prórroga y una tanda no es un detalle. Necesitará piernas frescas desde el banquillo y soluciones puntuales en pelota parada, un recurso que ya asomó como arma en La Fortaleza.
La serie ante Central Córdoba deja una certeza: este Lanús sabe sufrir sin desconectarse del plan. En los cuartos, ante un rival más vertical y con más talento individual, ese rasgo será imprescindible. La Sudamericana no perdona descuidos; premia a quien muerde hasta el último penalti.